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Editorial
Un camino verdaderamente nuevo
En el seno de nuestra contemporaneidad tenemos, sin lugar a dudas, un desafío real, el diálogo. Con frecuencia, asistimos a discusiones encendidas, más parecidas a “encontronazos” que a intercambio de ideas. En la contienda política, se perciben tonos cada vez más agresivos y un léxico bien alejado de formas elegantes y diplomáticas. Paradójicamente, incluso para defender el principio de la no violencia, nos encontramos con formas agresivas y faltas de respeto. Lo peor de todo es que recae sobre los ciudadanos, que absorben, inconcientemente, un estilo de debate realmente muy discutible. De un tipo de lenguaje así, no puede brotar el deseo de un intercambio de ideas con el otro en la búsqueda del bien común, con el agravante de una desviación a nivel cultural y social.
Otra realidad inquietante es la banalidad de muchos contenidos transmitidos por los media, dirigidos a una audiencia anestesiada, flotante sobre una mediocridad pasiva, sin ningún espíritu crítico. Estos, solo son dos aspectos del escenario mundial que nos desafía. ¿Cómo podemos situarnos en él para afrontar el reto comprometedor del diálogo?